Todos conocemos películas como «Scarface» (Brian de Palma, 1983), “Goodfellas» (Martin Scorsese, 1990), o «Casino» (Martin Scorsese, 1995). El género relacionado con la mafia italoamericana se ha convertido en cine de culto, comenzando su trayectoria en los años 30 con «Enemigo Público» (William A. Wellman, 1931), siendo el crimen organizado alentado por la prohibición del alcohol con la ley seca de 1920 y alcanzando su auge en los 70 con la icónica «El Padrino» (Francis Ford Coppola, 1972).


Esta serie de películas tienen algo en común: una pequeña biografía sobre el protagonista, una visión familiar desde dentro del contexto del hampa, el ascenso y la caída del gángster o, en otros casos, el éxito. Este tratamiento de la historia desde dentro normalmente sugiere una ambigüedad moral de la figura del criminal, ensalzándola y llegando muchas veces a mitificar a estos antihéroes (en algunos casos, podría incluso comprarse la vida de los mismos como un sueño americano paralelo). Un perfecto ejemplo sería el caso del joven Calogero y Sonny en «A bronx tale» (Robert de Niro, 1993).
Respecto a la escenografía de este tipo de filmes, vemos que el espacio donde se realiza la acción principal suele ser urbano, en calles desangeladas de grandes ciudades o locales oscuros como bares o ‘speakeasies’ (locales ocultos donde se vendían de forma ilegal bebidas alcohólicas).
Se podría incluso decir que lo más importante en este género cinematográfico es la iluminación, la intensidad de luz y el contraste con las sombras. De las escenas familiares, alegres o felices, donde la iluminación (normalmente ambiental y natural) se encuentra bañada en tonos pastel, fuerte y brillante, que deslumbra –como en la escena de la boda de «El Padrino»–, a las escenas donde suceden los hechos más oscuros, que son las que marcarán un antes y un después en la historia del cine de mafia: planos más cerrados, de interior, contrastes de luces y sombras, normalmente con una luz principal muy marcada que enfoca al protagonista, y colores vivos y saturados en contraposición a la oscuridad.

Desde Purpurina Magazine hemos querido recordar esta estética “mafiosa” recreando una escena muy dada en este tipo de películas, enfocada en el protagonista y sus vicios, algo que no escaquea en el mundo del hampa: juego, alcohol, drogas… Y es que, como se dice en el film “Uno de los nuestros” (Martin Scorsese, 1990): “Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón quise ser un gángster”.









Staring Jorge Alonso
Fotografía y artículo por Mar de Garrido