Hace siglos, las mujeres vestían de azul y los hombres de rosa. El azul, ligado a la pureza y a la feminidad, era llevado por las damas, mientras que el rosa, que proviene del rojo sangre, era muy llevado por los hombres.
Empecemos por el principio. En estampas religiosas del renacimiento, muchas de las vírgenes vestían de azul, un color más ligado a la pureza, mientras que Jesús o los apóstoles vestían en tonos tierra o rosados.

Hacia el siglo XVIII, la alta burguesía continuaba utilizando estos colores para cada género. El azul se consideraba un color delicado, ligado a la feminidad, mientras que el rosa era un color que recordaba al rojo sangre, asociado a la masculinidad, que se comenzó a utilizar para vestir a los hombres. Sin embargo, estos colores no se utilizaban para distinguir los géneros.


Antes de la I Guerra Mundial, los bebés vestían de blanco, sin diferenciación alguna. La primera diferenciación de estos colores atribuyéndose a género fue cuando la revista Earnshaw’s Infants’ Department publicó en 1918 la siguiente sentencia: “La regla generalmente aceptada es rosa para los chicos y azul para las chicas. La razón es que el rosa es un color más decidido y fuerte, más adecuado para los niños, mientras el azul, que es más delicado y refinado, es mejor para las niñas”.

No fue hasta bien entrado el siglo XX, a partir de los años 40 y tras la II Guerra Mundial, cuando se invirtieron los roles de género del rosa y el azul. Los hombres comenzaron a vestir de azul por sus uniformes de guerra, color asociado al valor, al heroísmo y a la fuerza. También influyó que, durante la guerra, los nazis marcaran a los homosexuales con triángulos rosa, color asociado a la masculinidad hasta entonces. Finalmente, esta convención se asentó en los ochenta, con el auge de la publicidad y los nuevos medios, como la televisión en color.
Esta imposición se mantiene hoy en día, y aunque cada vez menos, la seguimos viendo, por ejemplo, en la tasa «rosa» de los productos para la higiene femenina, en los juguetes de niños, o en el símbolo del cáncer de mama. Aunque poco a poco, estemos deshaciéndonos de la imposición de estas asociaciones, queda mucho por recorrer.
Artículo por Mar de Garrido.
* imagen de portada: cuadro “Jesús entre los doctores” (Pablo Veronese, 1560)